lunes, 14 de enero de 2013

El PRI centroamericano:  

Cómo destruir una identidad nacional







San José, Costa Rica.- El escritor español Antidio Cabal, 
recientemente fallecido, señalaba que los costarricenses habían 
dejado de serlo para convertirse en «ticos». Es decir, habían perdido 
su sentido de nacionalidad, de cultura, su historia, fracturando con 
ello su razón de ser, aquello que los identificaba como tales. Las 
causas de esta mutación son muchas, emparejadas también a las 
actuales condiciones de transición que se vive en la 
contemporaneidad, del vaciamiento de referentes y lenguajes, la 
minusvalía de las instituciones, el debilitamiento de la democracia, la 
degradación de lo comunitario y de los propios individuos.

Pero la razón de esta transformación «ontológica», no se supedita 
solamente a las problemáticas sociales, económicas o regionales: se 
circunscribe principalmente al proyecto sociocultural del Partido 
Liberación Nacional (una especie de PRI centroamericano), que 
desde que implementó su modelo (después de la llamada Revolución 
del 48, una revuelta social que consumió al país en una guerra civil, 
encabezada por su caudillo José Figueres), se consolidó una nueva 
clase política que secuestró todas las esferas de la institucionalidad, 
desde ministerios a organizaciones comunales, la cultura y el sistema 
educativo, socavando las bases históricas del país, borrando los 
vínculos, cercenando la identidad, haciéndonos recordar a los 
antiguos emperadores incas que cuando se sucedían, la historia 
reiniciaba retornándose al origen, estableciendo con su asunción el 
inicio no de una nueva época, sino el principio de la historia misma, 
haciendo desaparecer las efemérides de su antecesor y todo volvía a 
ocurrir. Era un tiempo fuera del tiempo que renacía con el 
transcurrir del nuevo imperio, eso sí, con una diferencia sustancial, 
no se destruían las bases sociales ni la tradición, no se destruían sus 
referentes, sus símbolos o su razón de ser, no destruían sus rostros.

Desde el estado burocrático que se desarrolló de manera 

desproporcionada sin un norte funcional, más que el paternalismo 
que desfiguró al ciudadano vistiéndolo del «pobrecito», la prebenda, 
el control institucional o el clientelismo (procedimientos similares a 
los que señala en su libro El Ogro Filantrópico Octavio Paz, como así 
llamó al estado burocrático centralista del PRI mexicano), el Partido 
Liberación Nacional hizo del país un paisito, de la cultura una 
culturita, del disentir un estorbo, estableciendo las bases del nuevo 
erario moral, basado en el conformismo engolosinado de lo 
pequeñito, sin ambición, sin riesgo, sin un ir más allá. Si bien el país 
obtuvo en el periodo posterior a la revuelta de 1948 algunos logros 
sociales e institucionales, también le debemos al pequeño PRI 
centroamericano, la destrucción paulatina y el descrédito de esas 
mismas instituciones, degradando además, la dignidad del 
costarricense, a la que ha mancillado una y otra vez violentando su 
apego a la legalidad y a lo institucional.




(Fragmento del texto de Álvaro Mata Guillé,
publicado en Variopinto No.7, en circulación.
Disponible en:
http://rvariopinto.mx/prod/?q=content%2Fel-pri-centroamericano)


martes, 16 de octubre de 2012

Fotografía: Rosa Delia Guerrero


Las  hojas  en  el  destello  de  la  sombra


A Alfredo Pérez Alencart




Se dice que vivimos el fin de una época, 
que un ciclo termina y empieza otro, un 
algo que se cierra y un algo distinto que aparece. Pero, si hay una nueva etapa o una nueva época, lo cual supongamos sea cierto y ésta se avecina como un resplandor que encubre la penumbra ¿qué sería lo novedoso de ella o lo distinto, qué haría que la rutina cambie y cambien las cosas o se transforme lo que hemos sido, ese otro desprendido del entorno y de sí mismo? ¿Qué hace que la lluvia deje de ser lluvia y la niebla ya no sea niebla para que nos palpen como el aire de otra forma? ¿Qué deberíamos imaginar –crear, pensar, conocer– para construir los cimientes de otro
espacio, otra convivencia, otros símbolos, 
otro lenguaje, otra voz, otro rostro? 

La orfandad que padecemos al descubrirnos solos, en tránsito hacia la muerte, nos descubre también necesitados del otro: complemento y ajenidad, lejanía y búsqueda, encuentro y desencuentro que transcurre unido al deseo, a la epidermis, a la extrañeza. 

El otro, nosotros, nosotros en lo otro reencontrándonos en el espejo de lo ausente, mirando a la niebla en el exilio del desierto, al horizonte diluido en el sol que se sumerge detrás del monte, atraído por la sombra, en el lugar del inicio donde sólo reposa el pájaro escondido en el viento. Desde ahí, desde esa subjetividad que se percibe a sí misma diluida en la penumbra, reflejando su exaltación en la bóveda de piedra, en su anhelo de absoluto, de convivir con lo diferente, con el no-saber que nos marca con su sed de pregunta deteniéndose en el tiempo, se establecen los cimientos que han dado forma a la sociedad, los parámetros que enmarcan los derroteros que siguen las culturas, el sentido de las cosas, la razón del estar y permanecer, la razón de ser de lo que somos: 
tránsito de una noche a otra, percibir la orfandad persiguiéndose en el lenguaje, el allá que regresa al aquí como el sueño, como las hojas que se desplazan por el destello en la sombra. 

Se dice que vivimos el fin de una época, un ciclo que termina y el inicio de otro, un algo que se cierra, un algo distinto que aparece, pero los vocablos se diluyen en el vacío y no hay otro lugar más que la penumbra y volver al nosotros mismos. 

sábado, 4 de agosto de 2012

Álvaro Mata Guillé

+

dónde está

el sol

la noche

el horizonte

se deshace en la luz de la sombra

entenebrece

la lluvia se acurruca en la montaña

esconde la ladera

** .

.

.

el trueno

persigue al cielo disfrazado en la lumbre

la opacidad

transparenta

aparece un resplandor

se ahoga

la oscuridad se pega a los arbustos

sacude gotas

bota pétalos

**

el silencio

disimula los surcos

y giros

de una calabaza

el viento mueve el fulgor volteado en la tiniebla

presagia

un reflejo suspendido

en el tiempo

es la luna

itera inmóvil

se marcha,

**

la filigrana solar

torna diáfana la penumbra

la muchedumbre de los cuartos

la luz amparada al crepúsculo

la mismidad del recuerdo

el día

es día

la niebla

la noche

**

–hablaba con una sombra

sentado en la orilla de la laguna muerta

el río

impulsado por el viento

amasaba gritos atraídos por el miedo

y los ojos secos de los árboles

las ramas

acosadas por el susurro de las flores

el olor de los pájaros

y los setos del jardín prohibido

como un orificio mudo

al cuidado de mi tía a quien busqué

y no estaba.

.

.

.

Álvaro Mata Guillé Director de teatro, escritor, ensayista, dramaturgo. Director del grupo Baco teatro-danza, de Costa Rica. Director del Instituto de Creación Poética de la Casa de Refugio y de la Revista Locutorio, editada en San Luis Potosí, México, como también coorganizador, junto a Mario Alonso López, del Festival Internacional de Poesía Abbapalabra en México, como también del proyecto Transpoesía (Costa Rica, México, Argentina). Tiene varios libros publicados, entre ellos Debajo del viento (Argentina 2010, Venezuela 2005), Escenas de una tarde (Costa Rica 2004 en dos ediciones), Intemperies (México 2005). Con su grupo Baco teatro-danza, ha montado más de diez obras, presentadas en diversos países de Latinoamérica, como la participación en varios films, como actor y guionista.