El PRI centroamericano:
Cómo destruir una identidad nacional
San José, Costa Rica.- El escritor español Antidio Cabal,
recientemente fallecido, señalaba que los costarricenses habían
dejado de serlo para convertirse en «ticos». Es decir, habían perdido
su sentido de nacionalidad, de cultura, su historia, fracturando con
ello su razón de ser, aquello que los identificaba como tales. Las
causas de esta mutación son muchas, emparejadas también a las
actuales condiciones de transición que se vive en la
contemporaneidad, del vaciamiento de referentes y lenguajes, la
minusvalía de las instituciones, el debilitamiento de la democracia, la
degradación de lo comunitario y de los propios individuos.
Pero la razón de esta transformación «ontológica», no se supedita
solamente a las problemáticas sociales, económicas o regionales: se
circunscribe principalmente al proyecto sociocultural del Partido
Liberación Nacional (una especie de PRI centroamericano), que
desde que implementó su modelo (después de la llamada Revolución
del 48, una revuelta social que consumió al país en una guerra civil,
encabezada por su caudillo José Figueres), se consolidó una nueva
clase política que secuestró todas las esferas de la institucionalidad,
desde ministerios a organizaciones comunales, la cultura y el sistema
educativo, socavando las bases históricas del país, borrando los
vínculos, cercenando la identidad, haciéndonos recordar a los
antiguos emperadores incas que cuando se sucedían, la historia
reiniciaba retornándose al origen, estableciendo con su asunción el
inicio no de una nueva época, sino el principio de la historia misma,
haciendo desaparecer las efemérides de su antecesor y todo volvía a
ocurrir. Era un tiempo fuera del tiempo que renacía con el
transcurrir del nuevo imperio, eso sí, con una diferencia sustancial,
no se destruían las bases sociales ni la tradición, no se destruían sus
referentes, sus símbolos o su razón de ser, no destruían sus rostros.
Desde el estado burocrático que se desarrolló de manera
desproporcionada sin un norte funcional, más que el paternalismo
que desfiguró al ciudadano vistiéndolo del «pobrecito», la prebenda,
el control institucional o el clientelismo (procedimientos similares a
los que señala en su libro El Ogro Filantrópico Octavio Paz, como así
llamó al estado burocrático centralista del PRI mexicano), el Partido
Liberación Nacional hizo del país un paisito, de la cultura una
culturita, del disentir un estorbo, estableciendo las bases del nuevo
erario moral, basado en el conformismo engolosinado de lo
pequeñito, sin ambición, sin riesgo, sin un ir más allá. Si bien el país
obtuvo en el periodo posterior a la revuelta de 1948 algunos logros
sociales e institucionales, también le debemos al pequeño PRI
centroamericano, la destrucción paulatina y el descrédito de esas
mismas instituciones, degradando además, la dignidad del
costarricense, a la que ha mancillado una y otra vez violentando su
apego a la legalidad y a lo institucional.