Fotografía: Rosa Delia GuerreroLas hojas en el destello de la sombraA Alfredo Pérez Alencart |
Se dice que vivimos el fin de una época,
que un ciclo termina y empieza otro, un
espacio, otra convivencia, otros símbolos,
otro lenguaje, otra voz, otro rostro?
La orfandad que padecemos al descubrirnos solos, en tránsito hacia la muerte, nos descubre también necesitados del otro: complemento y ajenidad, lejanía y búsqueda, encuentro y desencuentro que transcurre unido al deseo, a la epidermis, a la extrañeza.
El otro, nosotros, nosotros en lo otro reencontrándonos en el espejo de lo ausente, mirando a la niebla en el exilio del desierto, al horizonte diluido en el sol que se sumerge detrás del monte, atraído por la sombra, en el lugar del inicio donde sólo reposa el pájaro escondido en el viento. Desde ahí, desde esa subjetividad que se percibe a sí misma diluida en la penumbra, reflejando su exaltación en la bóveda de piedra, en su anhelo de absoluto, de convivir con lo diferente, con el no-saber que nos marca con su sed de pregunta deteniéndose en el tiempo, se establecen los cimientos que han dado forma a la sociedad, los parámetros que enmarcan los derroteros que siguen las culturas, el sentido de las cosas, la razón del estar y permanecer, la razón de ser de lo que somos:
tránsito de una noche a otra, percibir la orfandad persiguiéndose en el lenguaje, el allá que regresa al aquí como el sueño, como las hojas que se desplazan por el destello en la sombra.
Se dice que vivimos el fin de una época, un ciclo que termina y el inicio de otro, un algo que se cierra, un algo distinto que aparece, pero los vocablos se diluyen en el vacío y no hay otro lugar más que la penumbra y volver al nosotros mismos.