martes, 16 de octubre de 2012

Fotografía: Rosa Delia Guerrero


Las  hojas  en  el  destello  de  la  sombra


A Alfredo Pérez Alencart




Se dice que vivimos el fin de una época, 
que un ciclo termina y empieza otro, un 
algo que se cierra y un algo distinto que aparece. Pero, si hay una nueva etapa o una nueva época, lo cual supongamos sea cierto y ésta se avecina como un resplandor que encubre la penumbra ¿qué sería lo novedoso de ella o lo distinto, qué haría que la rutina cambie y cambien las cosas o se transforme lo que hemos sido, ese otro desprendido del entorno y de sí mismo? ¿Qué hace que la lluvia deje de ser lluvia y la niebla ya no sea niebla para que nos palpen como el aire de otra forma? ¿Qué deberíamos imaginar –crear, pensar, conocer– para construir los cimientes de otro
espacio, otra convivencia, otros símbolos, 
otro lenguaje, otra voz, otro rostro? 

La orfandad que padecemos al descubrirnos solos, en tránsito hacia la muerte, nos descubre también necesitados del otro: complemento y ajenidad, lejanía y búsqueda, encuentro y desencuentro que transcurre unido al deseo, a la epidermis, a la extrañeza. 

El otro, nosotros, nosotros en lo otro reencontrándonos en el espejo de lo ausente, mirando a la niebla en el exilio del desierto, al horizonte diluido en el sol que se sumerge detrás del monte, atraído por la sombra, en el lugar del inicio donde sólo reposa el pájaro escondido en el viento. Desde ahí, desde esa subjetividad que se percibe a sí misma diluida en la penumbra, reflejando su exaltación en la bóveda de piedra, en su anhelo de absoluto, de convivir con lo diferente, con el no-saber que nos marca con su sed de pregunta deteniéndose en el tiempo, se establecen los cimientos que han dado forma a la sociedad, los parámetros que enmarcan los derroteros que siguen las culturas, el sentido de las cosas, la razón del estar y permanecer, la razón de ser de lo que somos: 
tránsito de una noche a otra, percibir la orfandad persiguiéndose en el lenguaje, el allá que regresa al aquí como el sueño, como las hojas que se desplazan por el destello en la sombra. 

Se dice que vivimos el fin de una época, un ciclo que termina y el inicio de otro, un algo que se cierra, un algo distinto que aparece, pero los vocablos se diluyen en el vacío y no hay otro lugar más que la penumbra y volver al nosotros mismos. 

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